CAMINANDO
A veces el recuerdo me invade como un torbellino sin nombre. Sobretodo en las noches como esta.
Camino por las calles de una ciudad extraña y compuesta de seres desconocidos. Siento que muchos vacios siguen diluyendo mis alegrías y mis sueños, pero no como antes, ya no quiero hacerlas realidad y ya no sueño y ya no duermo. Observo luces como pequeños faroles que suspendidos en alguna parte ilumina lo poco que va quedando para mi.
Es difícil entender que en este mundo tan inmenso, puedes quedarte tan solo.
He llegado a comprender que mis manos manifiestan una maldad que sin proponerlo espantan y contagian todo lo que toca. No quiero, es decir, si quiero, pero no puedo. Ya no puedo servir para que mil voces envueltas en lágrimas sigan pensando, creyendo que lloran por mí.
No, no quiero más noches tristes, para otros, como esta.
Abandonado a voluntad en la oscura puerta de una antigua iglesia me recuerdo a mi mismo no ventilar mi rostro, no, no aparecer en este mundo o en algún espejo.
Ya no, aquel escondite, entre los humanos que son más grandes, me confundirán con algún adorno como parte de la ciudad, como parte de la noche, como parte de este mundo en el que he decidido ya no existir más a los ojos de tuyos y de nadie.
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