la niña mas hermosa del mundo (cuento)
La mañana me recibía casi sin querer abriéndose con colores amarillos encandilados, encendidos y despiertos como la mayoría de los días en mi temprana existencia. Un niño como cualquiera, como tantos, como muchos en apariencia, con el uniforme plomo desprovisto de elegancia o de alguna seña que me hiciera verme diferente, bueno o mejor.
Probablemente no significara nada ante los ojos de los adultos, de la humana lógica razonada o visiblemente sin estrenar, de la vida con sus idas y vueltas, de blanco, de negro o de colores. Desde el día anterior la vida ya no podría ser normal, ya no podría ser la misma. No porque fuera mi cumpleaños o porque algo bueno hubiera cambiado en mi familia pues pareciera que los milagros solo existían y se hacen realidad cuando dejas de ser humano, cuando dejas de ser un hombre natural.
Camine con la escasa ayuda que alcanzaban mis pies, mirando mis zapatos negros poco mal lustrados sobre la calle que rodeaba la comisaria principal de la ciudad. Las calles desprovistas todavía de buenos recuerdos y de arboles verdes, sentía respirar a mi frágil pecho con el interminable juego sinuosos de mi corazón. Las esquinas por delante, por caminar donde algunas señoras con el cabello enredado de una noche larga, sin tiempo que perder, sin vestigios de dulce arreglo personal llevaban a sus hijos al colegio. Para suerte mía o la de ellos aun era demasiado temprano para llegar al colegio. Yo siempre caminaba solo con algún año cargando por demás en mis espaldas. Por algo que me había tocado llevar sin quererlo pero ya consentido por mi corazón.
El colegio de números aun sin nombres me acogía algunos años después de haberlo abandonado para terminar mi educación primaria. Cursaba el sexto año y trataba de no pensar en lo que vendría el día de mañana, ni de importancia le estimaba. El portón anaranjado oscuro de metal con el escudo del colegio dibujado con lustros colores, las paredes antiguas y disimuladas con pinturas que lo mantenían limpio y de apariencia buena.
Los alumnos corrían entre los límites del colegio, entre los arcos del patio de deportes cargando ilusiones y sueños libres sin límites, las aulas con las puertas oscuras y de pintura marrón enmarcadas con las paredes verduscas y opacas.
Camine con una pequeña mochila que no pesaba pero que si contenían algunos pedazos enfrascados en rincones muy queridos para mi, algunas cosas que eran de máximo valor a mi corta existencia.
No quería acercarme a nadie, como siempre y ahora mas que nunca.
Observe a la niña de aspecto fantasmal, como todos los días de clases, caminado en donde los ojos de los demás no pudieran alcanzarla, sin conseguirlo; sus ojos negros y hundidos denotaban fragilidad, con el cabello enredado, limpio de espejos y con rizos alternos. Delgada y con la mirada perdida era buscada por los niños mas apuestos o mas fuertes para ser su amiga; la seguían por todo lado como moscas, querido escuchar alguna palabra que podría entonarse mientras escapaba ante la persecución.
Era la niña más hermosa del mundo, dueña de su propio mundo donde el mío aun no podía llegar ni al alcance de sus aires. Jamás pude acercarme a ella, no porque no quisiera, sino porque yo era diferente que los demás. Porque no quería hacerle daño, ni a ella, ni a nadie. Fue el amor de mi vida y hoy cuando abro mis ojos a la soledad y a mi mundo pequeño aun el recuerdo esta presente con aquella sonrisa de mujer inocente. Con el entusiasmo que da la vida en un presente de juventud pasada donde en el mundo pareciera que todo marchara bien.
La mañana trascurría como cualquier día, las clases, las bullas, los dictados rápidos y los gritos de mi profesor. Ese día había decidido inconscientemente no hacer nada. La niña más hermosa del mundo se sentaba a una fila de asientos que del mío, la observaba desde un costado, casi sintiendo ser una persona que no existía en su mundo.
Corrió la mañana soleada y el silbato del fin de las clases del día. Los padres de familia se aglomeraban en el portón naranja del colegio, era una confusión, un grupo de sonidos y palabras, de algunos gritos y desesperación. Me quede en medio del patio esperando que todos se hayan ido, esperando que todos desaparezcan de camino a sus casas y sus mundos.
Camine pensando sin saber como poder explicar lo que me ocurría, el tiempo se consumía y de alguna manera no podría saber donde encontraría las respuestas que necesitaba sobre las cosas que ocurrían en mi pequeña vida. Mi padres se habían separado.
Todos los adultos eran iguales.
Pensando, contemplando sin mirar, me sobresalto una voz que asomaba a mi espalda sin poder esperarlo.
Gire y me encontré con la niña mas hermosa del mundo parada con le expresión de su alma asustada, pidiendo auxilio, Buscando compañía.
Mi mama no ha venido recogerme, susurro.
Ya vendrá, le respondí mientras me consumía el nerviosismo y mis ojos escrutaban sus ojos negros, brillantes.
Ya vendrá, le susurre.
Y el tiempo se había detenido con la dulzura de una nueva iluminación que brotaba de mi interior. Cada cabello que caía sobre su rostro movido por el soplo suave del viento, como un susurro, parecía como un mar de poemas.
Me acerque a su rostro y sin dejar de mirarla la tome la mano.
No temas, yo te acompañare.
No pensaba en nada más, no tenia miedo. Creía en todo.
Te contare algo que soñé y mire ayer, le dije, te contare solo a ti porqué tu eres la niña más hermosa del mundo. Te lo contare porqué te amo aunque aun no comprendía el verdadero significado de esas palabras. La guie hasta las gradas y nos sentamos ya un poco mas calmados. Casi no hablamos y sin embargo aquel día creí conocerla desde siempre. Su madre llego algún tiempo después y el mundo parecía que recobraba de nuevo sus tiempos y sus vueltas. Se despidió de mí con un beso en la mejilla y la seguí con la mirada hasta que pudiera mis ojos soportar su lejanía y mi soledad.
Al día siguiente nuevamente se abrieron el portón del colegio y la rueda de la rutina seguía sin cambiar en nada.
La niña más hermosa del mundo rodeada de uniformes plomizos pegajosos queriendo respirar su aliento un poco. Caminé por el corredor del segundo piso, mirándola de lejos, vistiendo mis ojos con su cabello amarrado. Conversaba suelta de aquel miedo que ayer la envolvió, segura de no volver a temer porque yo estaría allí para acompañarla.
Alzo su rostro y con la mirada comenzó a buscar alguien , hacia las paredes , las ventanas y puertas , hacia los demás alumnos y se encontró con el sitio donde yo me encontraba y mis ojos.
Me sonrío.
Yo tampoco ya no tendría miedo y hoy que han pasado mas de cuarenta años de aquel día, aun sigo esperando encontrarla en las esquinas que cercan al colegio o la ciudad.
Parece que nada ha cambiado en la ciudad y en mi vida, seguirá así hasta que nuevamente la tome de la mano y la acompañe a caminar.
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