viviendo lejos
Vivo en una ciudad que extraña es a mis ojos, llena de luces
modernas y calles empedradas. Las casonas bien cuidadas con jardines espaciosos
y pulcramente diseñados. De edificios sin fin que arañan el cielo. Aquel aire
que me cubre mi rostro y me mantiene
vivo tiene un gusto diferente.
En algunos lugares ya se ven algunos arreglos navideños
que aparecen así, con timidez y adelanto al tiempo que está por
venir. Esas pequeñas luces me llevan, me arrojan y me envuelven hacia aquellos
días de la niñez lejos de esta ciudad grande y ajena.
Me llevan a las calles pequeñas y conocidas por mi, como si nunca hubiera
partido y de alguna manera siento como si mis sentidos estuvieran allí clavados,
sin retorno y sin remedio en las paredes
y calles de mi tierra querida, mi Tarma.
Aquella tarde de entusiasmo sin fin, cuando las luces de navidad se prendían entre las
siluetas de los abuelos y la familia grande que, entre todos, hablaban de
muchas cosas de misterio, de sueños y esperanzas.
Aquellos juegos de entusiasmos y penas, de circunstancias y quebrantos
que no tenían fin en el barrio Milagro Norte, sobre la calle de tierra y de
encuentros. Observando la cúpula de la catedral la imagen se va aclarando y aquel viento suave y dulce me cubre como si
nunca hubiera partido de aquel mágico lugar.
Donde los caminos se dividan y el curso de la vida me lleva
a destinos por conocer; siempre esta presente y pendiente la tierra de mis
ancestros y dela raíz que me ata de una manera feroz hacia el cielo celeste que tan cerca parece
estar.
Cerrando los ojos, imagino, caminar por la calle Lima
escuchando la risa proverbial de mis amigos del alma, aquellas voces que me mantienen
vivo con esperanzas y esperando el día de regresar y confundirme con los espacios de barro y de
sol, de eucaliptos y sauces a la orilla del rio. Entre el bullicio del mercado
en domingo, cuando de alguna manera disimulada pareciera que hubiera una fiesta perpetua.
Siento como ayer que mi padre me toma de la mano y me conduce hacia aquel
lugar espacioso y lleno de gente, hacia
el estadio donde el ADT nuevamente jugará con la bandera celeste y los
sentimientos de muchos corazones sufridos, como su cielo perpetuo, como la esperanza que
brota de estar siempre en el corazón de mi Tarma querida como esperando y deseando
no haberme ido nunca.
Con la lágrima y la espera de un amor prometiendo el
regreso, extraño tanto a mi alma que aun permanece en aquel lugar entre el
monumento y la portada. Entre mi lejanía y el regreso que pronto llama a la
hora.
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