In-DIANA (Hombres G)


Aquella mañana de Enero, el primer día de clases de dibujo, los rayos del sol se filtraban como estelas provenientes de un mundo desconocido al nuevo, al que pertenecía, que se iniciaba en aquella época cuando tenía 13 años de edad.

Aquel día y las siguientes, mientras durasen las vacaciones, contemplaba aquella figura delgada y dulce que tras las líneas de sus cabellos que caían hacia su rostro, ocultaban aquellos ojos brillantes que sin inmutarse observaban aquel papel  donde suavemente deslizaba a mano firme los trazos a lápiz como una danza delicada y lejana que solo ella conocía.

Se llamaba Diana y todos los días del curso la observaba como una flor tal reluciente y divina que sin saberlo mi corazón,  se envolvía de su presencia, de cada movimiento y aquella especial mirada que se escapaba de aquellos cuadros que apenas aprendíamos a transformar en figuras y memorias.

La maldita timidez limitaba lo que la imaginación creaba y empujaba para poder acercarme a aquella bella niña, aquel temblor fino en mi interior me doblegaba cada día que intentaba hacer algo para iniciar alguna conversación. Un efecto paralizante surgía de algún lugar y solo, tan solo me quedaba el murmullo que salía de su voz al conversar con el profesor al ir de alumno en alumno corrigiendo los trazos y figuras que aparecían en el papel de dibujo.

Así pasaron los días, las semanas y los dos meses que duro aquel curso de vacaciones.

Alguna vez me miró y como de pasada, como alguien que estaba en el curso, como algún chico que solo miraba y que pronto desaparecería de su vida.

Así se fue perdiendo el curso y el tiempo no perdono, nuevamente seguí con mi vida en el colegio San Vicente de Paul, seguí con mis amigos, las tardes de futbol y las salidas a la plaza de armas por la noche. No podía escapar de aquella niña  y creía que la veía por todas partes. De alguna manera quise descargar aquella ineptitud de dejarme vencer por la maldita timidez que me carcomía entre los remordimientos de haberle tenido tan cerca para hablarle siendo un fracaso total en este nuevo campo y oficio llamado amor.

Conté mi historia a los tres amigos de toda la vida lo sucedido, obviamente no mencione lo de la timidez. Solo que había conocido a una bella niña y que me gustaba muchísimo.

Fue así en una de nuestras salidas hicimos las mezclas que contemplaban las historias y experiencias que habíamos tenido, entre las risotadas y música que fluía en el ambiente se soltó aquella canción que no describía nada de lo que me pasaba pero que con una palabra partida en el título de la canción se hizo un himno para que los recuerdos de aquella niña mujer que me cautivó aun hoy tuviera algún efecto en mi alma y aun piense en ella.

In-DIANA  de los Hombres G fue la canción que identifico aquel episodio y no faltaban los comentarios de mis eternos amigos que hasta el día de hoy la recuerdan y me recuerden de aquella noche entre los ánimos alegres y aumentados por el líquido amargo y extraño que tomábamos por primer vez me atreviera  a cantar, sin timidez, aquella canción queriendo que de alguna manera Diana me escuchase donde quiera que se encontrase.

A menudo escucho algún comentario después de tantos de algún amigo de la época que me dice la frase de siempre me hace sonreí: Pancho, ayer vi a Diana y está muy bonita como siempre.

Desde la distancia viene a mí las imágenes de aquellas calles de la ciudad de Tarma de los años 80 y  el aura frágil y dulce de quien fue una persona importante en mi vida y que quizás ella ni siquiera hoy está enterada de eso.

 

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